Ante la batería de anuncios que el primer día de setiembre protagonizó Steve Jobs era legítimo pensar que el Apple TV ocupaba un lugar secundario, por su menor peso económico, que no merecía un análisis tan urgente como los nuevos iPod. No es razonable seguir esperando, a la vista de que será otro de los campos de confrontación entre Apple y Google. Ver a dos superpotencias como estas batallar por el dominio de lo que algunos llaman (todavía) “la caja tonta” y otros (anticipadamente) “el salón digital”, ha despertado la metáfora recurrente del Gran Hermano. Habría mucho que decir, pero vamos a dedicar dos entregas a analizar los dos modelos de negocio.
Con la segunda generación del Apple TV, la marca de la manzana se monta en la ascendente ola de la fusión entre televisión e Internet. La suma de todos los dispositivos existentes para la conexión entre ambos mundos no llegó en 2009 a 100 millones de unidades, pero la consultora iSuppli pronostica que en 2014 serán 430 millones, un 34% de crecimiento medio anual. Ahí está el mercado, balcanizado – la expresión es de Jobs – pero con muchas puertas por abrir. Es necesariamente una estrategia de largo aliento, no un fenómeno fulgurante como el iPhone.
El primer Apple TV se remonta a 2006, y ha sido un producto fallido – uno de los pocos fracasos de Apple, y el único atribuible a Jobs personalmente – pero el segundo modelo cambia la naturaleza del juego. Baja ostensiblemente su precio, de 229 a 99 dólares/euros, y reduce un 75% sus dimensiones físicas (y por tanto su coste), lo que consigue eliminando la capacidad de almacenamiento que tenía aquél, para sustituirla por el streaming de vídeo, función asociada a la tienda iTunes.
Propone a los dueños de los contenidos un modelo de negocio distinto a los existentes. Pero la industria de Hollywood no está desesperada, como lo estaban sus colegas discográficos porque Jobs fue el primer en llegar con una disyuntiva: consentir las descargas legales o sucumbir a la piratería. Esta vez, la tentación de una nueva fuente de ingresos es fuerte, pero su contrapartida será un recorte en las ventas de DVD, por lo que hay que hacer números antes de aceptar el trato. Han aprendido lo suficiente como para no ceder a la primera: Apple sólo ha conseguido la firma de Fox y ABC (la segunda estaba cantada, porque Jobs es el primer accionista de Disney, dueña de la cadena de televisión) para ofrecer el streaming (arriendo, no propiedad) de sus series a 0,99 dólares por capítulo. Otras cadenas y sobre todo los estudios de cine, esperan hasta ver el progreso de la experiencia, a sabiendas de que tienen otras alternativas. Entre ellas, un sistema de suscripción online que prepara Amazon.
Sin disco duro, el Apple TV es nada más que una cajita para alquilar contenidos y verlos en un televisor conectado. Pero, además, lleva el sistema operativo iOS y su nueva función Airplay, que permite pasar los contenidos (video, fotos y audio) de un iPhone o un iPad, y a la recíproca. Es lo que pretenciosamente se llama “un ecosistema”. Pero lo más interesante es la inversión del modelo de negocio: mientras la tienda iTunes era y es, básicamente, un mecanismo para ganar dinero vendiendo hardware, ahora pretende que el hardware sirva para promover la venta de contenidos.
El analista Gene Munster estima que del primer Apple TV no se han vendido más de un millón y medio de unidades, pero del segundo se venderá un millón y medio en el próximo año fiscal, aportando a las cuentas de Apple unos 50 millones de dólares. Es poco, sin duda, pero en 2012 – predice Munster – saldrá al mercado un all-in-one que conjugará la cajita y una pantalla de televisión.